Hace más de 10 años atrás, cuando trabajaba en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, me di cuenta que una parte importante de los programas y centros universitarios enfocados en Derecho y Tecnologías, gracias al impacto de la secuenciación computarizada del ADN humano, estaban haciendo un giro hacia el Bioderecho (no confundir con la Bioética, rama de la Ética y no del Derecho), esto es, hacia el estudio e investigación del conjunto de principios y normas relativas a la materia viva presente en el planeta, sus ecosistemas y su evolución, particularmente cuando esta materia viva se interrelaciona con las tecnologías.